martes, 9 de diciembre de 2014

LOS CRÍMENES SIMPLES / Johanna Lozoya

Un mundo desamparado por los dioses
comentarios sobre la novela
Johanna Lozoya  (2014), Los crímenes simples, Chile, Ceibo Ediciones.
diciembre 2014
por Ernesto Alcocer



Que gusto estar celebrando con ustedes en la fiesta del libro más importante de habla hispana, la nueva novela de Johanna Lozoya, Los crímenes simples y también celebrando juntos la cultura, que es lo único que nos puede salvar de la barbarie de Ayotzinapa, de Tlatlaya y de muchas otras historias trágicas que se viven en este país. 
En esta que es su segunda novela, Johanna Lozoya nos conduce por un arriesgado andamiaje narrativo que construye con la paciencia y meticulosidad de una sofisticada relojera. Mezcla el espionaje al más puro estilo de la KGB Sóviet, con originales descripciones de escenografías y paisajes, de selvas tropicales y techos estucados con alto-relieves de aves y motivos marinos que sirven como telón de fondo a un viaje que va desde finales del siglo XIX, hasta la violenta y cruel realidad que nos está tocando vivir.
Los crímenes simples es una historia tremendamente actual, que explora lo incomprensible que es vivir atrapado en una geografía, temporal y espacial, donde intentan convivir los seres prácticos con los seres contagiados por el síndrome de Verlust.   
Según nos podemos enterar en esta segunda novela de Johanna Lozoya, los síntomas de este extraño síndrome, que en alemán significa pérdida, fueron descritos hace décadas en un texto médico sobre hipnotismo experimental y terapéutico, donde se afirma que, éste mal, produce seres con desorientación crónica que, además, se encuentran sometidos a una intoxicación onírica severa. Quien lo tiene –continuamos sabiendo conforme avanzamos en nuestra lectura-, aprende a flotar en ensoñaciones, a viajar en ellas, a perderse, e incluso a reconocerlas a simple vista entre los muchos emponzoñamientos que habitan en el entorno…  Yo me pregunto, les pregunto, ¿alguno de ustedes, asistentes a la FIL, se siente identificado con este tipo de afección…? ¿Alguno de ustedes, acaso, ha sentido aunque sea una sola vez en su vida, que después de mucho tiempo de sufrir una dolorosa resistencia al olvido, las ensoñaciones le conducen a un estado de ánimo deplorable e irreversible…? Pues yo les voy a revelar algo sorprendente: si eso les ha pasado, lo más probable es que ustedes, han sido irremediablemente contagiados por el síndrome de Verlust.
Mickey, nuestro principal narrador en Los crímenes simples, junto con Leónidas, ha observado que quien tiene el padecimiento, siente lo que es vivir en un estado perpetuo de visión y le da por hacer actos de amor y compasión, y también afirma que, lo más desconcertante de todo, es verse atrapado por una incontenible profusión a los deseos.
Pero si por casualidad son ustedes de los que sufren esta dolencia, no se sientan culpables por eso. Gracias a Los crímenes simples nos hemos podido enterar que el romántico ilustrado Anasim Kramskov, ahora mundialmente conocido como autor de las afamadas notas húngaras, vivió y lo más seguro es que también murió bajo el capelo de esa narcotizante enfermedad. Otra de las cosas de las que igualmente nos hemos podido enterar por la novela de Johanna Lozoya, es que el gran duque de Rusia, Pavel Petrovich, aquella lejana tarde de 1784 en que viajaba en su carruaje por las calles de san Petersburgo con el extraordinario y único gabinete Roentgen a cuestas, ya sufría las características ensoñaciones propias de ese trastorno, que, por cierto, también producen un alejamiento de la realidad y, a la larga, hastío, locura y desencanto. Según el testimonio que encontramos en esta historia, podemos suponer que fue por el mal de Verlust que el Duque se encontraba con la vista un poco perdida, mirando a través de la ventana de su carruaje, cuando pasaron junto a aquella fábrica que tenía un árbol al frente donde colgaba de una soga un hombre. Ante aquel cuerpo suspendido, lo que único que pudo percibir nuestro trágico Pavel Petrovich, fue una espigada figura que oscilaba lentamente mecida por los vientos nocturnos. ¿Se lo imaginan…?
Por fortuna, gracias al Conde N que lo acompañaba en ese momento, tenemos noticias que ante aquella visión, nuestro Duque apartó lentamente la mirada, y que su rostro, mudado frente a la vista del cadáver, parecía aún más desencajado de lo habitual en el momento en que se preguntó: ¿qué crimen habrá cometido ese hombre?
Pero no vayan a pensar que todos los personajes que aparecen en esta excepcional novela están atrapados en el síndrome de Verlust, no…, también existen otros como Elisa Barón, la pragmática y calculadora cabeza de Visión Enigma, una importante agencia de noticias que acaba de hacerse de un decodificador internacional que promete obtener cualquier tipo de información; o Lenin Ramos, el hombre que transita, al parecer sin demasiada dificultad, de la Rusia soviética de los años sesenta, al capitalizmo -con zeta- rapaz de nuestros días.
Este personaje, Lenin Ramos –nombre ruso, apellido hispanoamericano-, desde que era estudiante en la universidad de Moscú a principios de los años sesenta, adquiere la conciencia de que su inclinación a la practicidad le va a impedir tener acceso a un lado del mundo que intuye más completo e interesante que el suyo. Lo sospecha porque lo ha podido vislumbrar en su admirado maestro y mentor, el matemático Anasim Kramskov, creador de las Nota húngaras y al mismo tiempo poseedor de la llave que abre la puerta a la extraordinaria sabiduría que contiene el ambicionado Gabinete Roentgen.  ¿Se pueden imaginar lo que se siente aspirar a ser otro al que admiran y al mismo tiempo tener la consciencia de la imposibilidad de conseguirlo…? ¿Pueden suponer los efectos que esa tremenda frustración puede causar en alguien, a lo largo del tiempo? Pues ese es Lenin Ramos.
Desviándome un poco de lo anterior, déjenme detenerme un momento para explicarles por qué, aún en nuestros tiempos cibernéticos, ese legendario gabinete Roentgen es tan magnífico e irrepetible. Como la mayoría de las cosas y personas preciosas de este mundo, casi desde el inicio de su creaciòn ese mueble tan especial fue ambicionado, robado y desmembrado. Por causa de él fue asesinado el gran duque de Rusia, Pavel Petrovich, y también por saber sus secretos fue perseguido y juzgado nuestro entrañable Anasim Kramskov, y ya en este siglo, por su influjo, traicionaron y asesinaron a tiro de metralla a la gran Elisa Barón –algunos testigos afirman que sus piernas quedaron como dos hilos de sangre, y que cuando eso sucedió Leónidas estaba a cargo de su cuidado, y que pudo mirar sus ojos moribundos, y que estuvo viendo con una desesperante pasividad como su jefa movía ligeramente los labios en esos últimos momentos…, y que al final la escuchó escupir una suerte de silbido y un borbotón de sangre. ¿Ya les va sonando familiar la historia?
Pero ya me volví a desviar. No entiendo cómo fue que acabé contándoles de la violenta muerte de Elisa Barón, cuando apenas empezaba a explicarles en que consiste el Gabinete de Roentgen.
Vuelvo al tema. Citando a wikipedia: El gabinete Roentgen es una máquina ilustrada construida en Alemania en 1783 por David Roentgen, ebanista de una pequeña villa, para la corte imperial rusa. También se explica en esta misma fuente que el gabinete guardaba en sus entrañas un finísimo mecanismo de relojería que activaba complejos engranajes, múltiples tabletas, y era un ingenioso ordenador de datos, de sus causas y de sus efectos, al servicio del juicio imparcial frente a los más básicos y complejos actos humanos, entre ellos los crímenes, que motivados por el deseo o por el olvido, son los más simples de cometer entre los hombres.
En pocas palabras, el gabinete Roentgen es una suerte de imparcial juzgador moral. ¿Cuánto nos haría falta en este momento en México y el mundo tener un gabinete así para poder dormir en paz? ¿No les parece?
Según datos recopilados en el libro Los crímenes simples, el valioso mueble desapareció por décadas. En tiempos de la guerra fría la KGB dedicó innumerables recursos a encontrar su paradero. Fuentes no identificadas subrayan que el matemático ruso Anasim Kramskov confiesa haber localizado su cascarón en 1956, en una tienda de antigüedades de Pest, pero que para entonces ya estaba convertido en un cascarón. También se ha llegado a saber que en sus entrañas de caoba, estaba grabada la palabra Verlust, como si se tratara de una clave volátil o una llave. 
No sé si he logrado transmitirles la fascinación que me produjo leer esta interesante novela de Johanna Lozoya. Espero, con esta breve lectura haber conseguido hacerles entrar aunque sea un poco al mundo tan original y enigmático de Los crímenes simples, y espero también que lo compren y lo lean.  Les prometo que al final va a quedar una sensación de haber conocido la ciudad gótica de Batman y la selva tropical donde anida la araña roja lo mismo que las mafias; y de haber visitado un antiguo palacio húngaro convertido en tienda de antigüedades, viajado en un carruaje que da tumbos por las decimonónicas calles del San Petersburgo y muchas cosas más, que no se las quiero contar pero que los van a traer esas ensoñaciones que vienen en las primeras etapas de contagio del síndrome Verlust.


Muchas gracias


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