5. La celda posdoméstica: el apartamento para el soltero urbano
" Ésta podría ser la divisa con la que Playboy emprende en los años cincuenta una tarea de transformación social: si quieres cambiar a un hombre, modifica su apartamento. Como la sociedad ilustrada creyó que la celda individual podía ser un enclave de reconstrucción del alma criminal, Playboy confió en el apartamento del soltero como nicho de fabricación del nuevo hombre moderno. En el artículo "Playboy´s Penthouse Apartment: A High Handsome Haven-pre-planned and furnished for the Bachelor in Town", publicado en 1956, la revista presentaba el apartamento de soltero como un teatro virtual en el que el antiguo hombre aprendía las técnicas del juego del conejo - representado por un hombre maduro pero destinado, en realidad, a un lector adolescente -. Aquí el apartamento no era un mero decorado interior, sino una auténtica máquina performativa de género, capaz de llevar a cabo la transformación del antiguo hombre en playboy. El apartamento funcionaba como un espacio de aprendizaje en el que el hombre ciervo podía familiarizarse con la ética juguetona del conejo a través del manejo de una serie de dispositivos giratorios destinados a resaltar el carácter flexible, circular y reversible de las rígidas normas de género, sexuales, sociales y políticas que dominaban la sociedad americana de la posguerra.
Tanto el diseño arquitectónico del apartamento, como los mecanismos visuales, los muebles o electrodomésticos del ático de soltero de 1956 pretendían funcionar como aparatos conversores que permitían transformar incesantemente el trabajo en ocio, desvestir lo vestido, humedecer lo seco, hacer que lo homosexual fuera heterosexual, lo monógamo polígamo, transformar lo negro en blanco y viceversa. Se trataba, por supuesto, de un juego sin riesgos y con posibilidad de vuelta a casa. Además, el juego no era una red libre de relaciones ni un sistema totalmente abierto, sino un ejercicio contenido y seguro que permitía suspender durante un tiempo, y al menos de forma imaginaria, la validez moral de las normas sociales que pesaban sobre la caduca subjetividad masculina del hombre ciervo americano de mediana edad. Esta suspensión moral producía, más allá de la estricta masturbación sexual a la que invitaban tímidamente las imágenes, una plusvalía erótica que alimentaba la emergente subjetividad del conejo. El éxito de Playboy consistía en situar al frustrado lector masculino suburbano americano, todavía participante de las lógicas de consumo y el ocio de la economía de posguerra y cómplice de las estructuras sociales de segregación de género, clase y raza, en la posición de jugador, dándole por un momento la posibilidad de gozar de la transgresión moral para invitarle, después, a retomar su vida de ciervo trabajador y volver a su casa y a su césped. (...)
El apartamento (no el playboy) funciona como una máquina que, con igual eficacia, atrae mujeres y se deshace después de ellas. Gracias a la adaptabilidad de los artefactos del piso, garantes de la mecanización del flirteo, el soltero puede permitirse por primera vez una actitud frívola con las mujeres. Basta con que la invitada penetre en ese ático para que cada mueble y objeto de diseño se despierte y funcione como una trampa que facilitará el disfrute de lo que la revista llama "sexo instantáneo". Los gadgets y artilugios mecánicos transforman los viejo métodos de caza del venado en las nuevas formas de administrar el sexo propios del habilidoso conejo playboy. (...)
El ático de soltero funciona al mismo tiempo como una oficina y como una casa de citas. Superposición curiosa de un nuevo espacio de producción del capitalismo, la oficina, y de un antiguo espacio de producción y consumo sexual, el prostíbulo. Esta superposición pornotópica será aún más intensa y literal en la Mansión Playboy."
Beatriz Preciado, Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en "Playboy" durante la guerra fría, Barcelona, Anagrama, Colección Argumentos, 2010.
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"En plena guerra fría, el joven Hugh Hefner crea lo que pronto se convertiría en la revista para adultos más vendida del mundo: Playboy. Lo que el público desconoce en su pionera labor como artífice de las casas del placer: Playboy no era simplemente una revista de chicas con o sin bikini, sino un vasto proyecto arquitectónico-mediático que tenía como objetivo desplazar la casa heterosexual como núcleo de consumo y reproducción proponiendo frente a ésta nuevos espacios destinados a la producción de placer y capital.
Beatriz Preciado es filósofa. Colabora en la emergencia de la teoría queer en Francia, y forma parte del grupo de escritores de "Le Rayon Gay". Es también autora de Testo Yonqui y Terror Anal, así como de numerosos ensayos en revistas como Multitudes y Parallax. "
Editor, Anagrama
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