viernes, 5 de noviembre de 2010

DIAMELA ELTIT

"Mi madre y yo tenemos sentimientos paradójicos con respecto a la excelencia social o la función patriótica de las enfermeras.
Todavía.

Después de ¿cuánto?, ¿doscientos años?, no conseguimos una posición única y oscilamos entre una simpatía cruzada por fragmentos compasivos ante la labor que desempeñan o bien nos sentimos injuriadas y atacadas por la sensación física de ser atendidas con una sorna abiertamente burocrática. No sabemos qué sentir o qué pensar cuando las seguimos a través de los pasillos para acceder a la consulta del médico que nos corresponde. Las enfermeras están allí, delante o al lado nuestro, mirándonos con sus pupilas subordinadas al médico de turno, un médico también parcialmente subordinado a su enfermera y que, en un ataque de rencor, puede llegar a gritarles o a dar un alarido por un olvido o ante una ausencia momentánea.

Los hospitales, la patria y cada uno de los consultorios de la nación son conocidos también como el teatro del grito. Mi madre y yo nos avergonzamos ante la angustia que experimenta la enfermera cuando acude de inmediato al llamado de su enfermera en jefe. Sí, una jefa que también sufre, teme y se atormenta ante la queja del médico de turno. Esa jefa de las enfermeras, escogida por su sabiduría y la precisión de su conducta, tiene la obligación oficial (en el espacio pactado del mundo hospitalario) de aterrar a su subordinada con la inminente o inmediata pérdida de su trabajo si se atreve a cometer una falta más, una más y se acabó, ¿me entiendes?

Pero yo desconfío de la actuación de las enfermeras. Desconfío porque ellas practican la asociación de la sangre.
Mi madre desconfía de las enfermeras.
Por la sangre. "

Diamela Eltit, Impuesto a la carne, Santiago (Chile), Seix Barral. Biblioteca Breve, 2010. ISBN 9-789562-475037.

...

"Un hospital. Hordas de médicos. Enfermeras que trafican sangre. Grupos de fans. Enfermos vaciados sus órganos. Impuesto a la carne funciona como una metáfora nacional de los últimos doscientos años, en la que será posible reconocer algunos de los pasajes más sórdidos de nuestra historia. Una crónica marginal que registra el tránsito de dos almas anarquistas por un espacio opresor.

Elemento fundamental de la novelística de Diamela Eltit, el cuerpo, en esta oportunidad, se convierte en el escenario en el que se despliegan las certezas y fisuras propias de la relación entre una madre e hija. La autora se embarca en una lectura orgánica de la figura materna, esta vez no en clave simbólica, sino como un ente corpóreo y vivo que habita, literalmente, las entrañas de toda hija."

Editores, Impuesto a la carne.

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