"No, no había ninguna palidez en ella, ninguna – en nada, todo en ella era lo contrario a la palidez, y sin embargo era – pourtant rose y, llegado el momento, esto será mostrado y demostrado.
Transcurría el invierno de 1918-1919, por lo pronto todavía el invierno del año 1918, diciembre. En algún teatro, en algún escenario, yo leía para los estudiantes del tercer estudio, mi obra Tempestad de nieve. Una sala vacía –un escenario lleno.
Mi Tempestad de nieve estaba dedicada a Yuri y a Vera Z., a su amistad – mi amor. Yuri y Vera eran hermano y hermana; Vera, en el último de todos los colegios en el que estuve había sido mi compañera: no de clase, porque yo estaba una clase antes y la veía únicamente a la hora del recreo: un cachorrito de niña, delgadita y rizada, recuerdo sobre todo su larga espalda con los cabellos de una trenza atada hasta la mitad, y vista de frente, recuerdo sobre todo la boca, por naturaleza – desdeñosa, con los ángulos hacia abajo, y los ojos– lo contrario de aquella boca, por naturaleza sonrientes, es decir, con los ángulos hacia arriba. Esta divergencia de líneas repercutía en mí en forma de una inexplicable inquietud que yo atribuía a su belleza, sorprendiendo así a los demás que no encontraban en ella nada de eso, dejándome a su vez profundamente sorprendida. Aquí mismo diré, que yo tenía razón, que en adelante se convirtió en una auténtica beldad, a tal punto que en el año 192, en París, gravemente enferma, la arrastraron a la pantalla.
Con esta Vera, a esta Vera jamás dije ni una sola palabra, y ahora, nueve años después de la escuela, cuando le dedicaba mi Tempestad de nieve, pensaba aterrada que ella no comprendería nada de todo esto, porque seguramente no se acordaría de mí, quizá ni siquiera se hubiera percatado de mi existencia.
(Pero, ¿por qué Vera, cuando se trata de Sóniechka?) Porque Vera es – las raíces, la prehistoria, el origen más antiguo de Sóniechka. Una historia muy breve – con una prehistoria muy larga. Y una poshistoria.
...
"La historia de Sóniechka es tanto una biografía de la protagonista, la actriz Sofía Evguénievna Holliday, como una autobiografía de la escritora Marina Tsvietáieva, cuya amistad se desarrolló entre 1918 y 1919, cuando ambas trabajaban en el Teatro de Arte de Moscú. (...) Sóniecka es [...] el relato de algo que dormía en el interior de Marina y que la muerte puso en movimiento. Es la historia de su juventud en un país trastocado por la guerra civil. Es la verdad convertida en poesía. La primavera del año diecinueve que llegó trayéndole una amiga: una actriz pequeñita, talentosa e indefensa ante la vida. Es la amistad, el amor y las alegrías – más bien escasas – entre aquello que vivieron los años posteriores a la revolución. Diálogos, monólogos, escenas, parlamentos... Humor y amor. Es Moscú el año diecinueve. Ni espeluznante, ni espléndido, únicamente familiar. Es la resurrección de los seres amados. Es, finalmente, la voluntad del poeta de detener el tiempo."
Selma Ancira
Marina Tsvietáieva, La historia de Sóniechka, México, CONACULTA, Torre Abolida, 1999. ISBN 9-789701-831427
martes, 26 de octubre de 2010
lunes, 18 de octubre de 2010
ARUNDHATI ROY
"Mayo, en Ayemenem, es un mes caluroso y de ansiosa espera. Los días son largos y húmedos. El río mengua y negros cuervos se dan atracones de lustrosos mangos sobre árboles inmóviles, de un verde polvoriento. Las bananas rojas maduran. Los frutos de las nanjeas estallan. Los despistados moscones zumban sin rumbo fijo en el aire afrutado y acaban estrellándose contra los cristales para morir, gordos y desconcertados, al sol.
Las noches son claras, aunque cargadas de apatía y de indolente expectación.
Pero al comienzos de junio irrumpe el monzón, que sopla del sudoeste, y hay tres meses de agua y viento, con breves intervalos de un sol fuerte y reluciente que los niños, llenos de entusiasmo, aprovechan para jugar. El campo se torna de un verde lujuriante. Las lindes se van desdibujando a medida que los setos de tapioca echan raíces y flores. Las paredes de ladrillo adquieren un color verde musgo. Los pimenteros trepan por los postes de la electricidad. Por los taludes de laterita asoman enredaderas silvestres que se extienden y atraviesan los caminos inundados. Navegan barcas por los bazares. Y aparecen pececillos en el agua que llena los baches de las carreteras.
Llovía el día en que Rahel regresó a Ayemenem. Hilos de plata inclinados se incrustaban en la blanda tierra y la levantaban como si fueran balas de fusil. En la colina, la vieja casa lucía su pronunciado tejado a dos aguas como un sombrero calado hasta las orejas. Las paredes, veteadas de musgo, ofrecían un aspecto mullido e incluso algo pandeado por la humedad que se filtraba del suelo. El jardín, abandonado y cubierto de maleza, estaba plagado de correteos y susurros de seres diminutos. Entre los hierbajos, una culebra se restregaba contra una piedra reluciente. Ranas de color amarillo recorrían esperanzadas el estanque, lleno de verdín, en busca de pareja. Una empapada mangosta cruzó como un rayo el camino de entrada, cubierto de hojas.
La casa parecía deshabitada. Puertas y ventanas estaban cerradas a cal y canto. La galería delantera se hallaba vacía. Sin muebles. Pero fuera continuaba aparcado el Plymouth azul cielo, de alerones cromados, y, dentro, Bebé Kochamma seguía viva.
ERa la tía abuela más joven de Rahel (...) Rahel había ido a ver a su hermano Estha. Eran gemelos bivitelinos (...)
En aquellos primeros años amorfos en los que la memoria apenas se había iniciado, en los que la vida estaba llena de Comienzos y no tenía Finales, y Todo era Para Siempre, Esthappen y Rahel pensaban en si mismos, juntos, como Yo, y por separado, individualmente, como Nosotros. Como si fuera una extraña raza de gemelos siameses, separados físicamente pero con identidades conjuntas. (...)
Y eso no son más que las pequeñas cosas.
En cualquier caso, ahora piensa en Estha y en ella como ésos, porque, al haberse separado, ninguno de los dos es ya lo que fueron o un día pensaron que serían.
Y nunca lo serán."
Arundhati Roy, El dios de las pequeñas cosas, 1997
...
"Esta es la historia de tres generaciones de una familia de la región de Kerala, en el sur de la India, que se desperdiga por el mundo y se reencuentra en su tierra natal. Una historia que es muchas historias. (...) Esta apasionante saga familiar es un gozoso festín literario en el que se entremezclan el amor y la muerte, las pasiones que rompen tabúes y los deseos inalcanzables, la lucha por la justicia y el dolor causado por la pérdida de la inocencia, el peso del pasado y las aristas del presente. Arundhati Roy ha sido comparada por esta novela prodigiosa con Gabriel García Márquez y Con Salman Rushdie por sus destellos de realismo mágico y su exquisito pulso narrativo."
Con El dios de las pequeñas cosas Arundhati Roy, arquitecta y guionista de series televisivas y películas, ganó el Premio Booker de 1997.
Arundhati Roy, El dios de las pequeñas cosas, traducción Cecilia Ceriani y Txaro Santoro, Barcelona, Anagrama, 2001. ISBN 9-7888433-966711
Las noches son claras, aunque cargadas de apatía y de indolente expectación.
Pero al comienzos de junio irrumpe el monzón, que sopla del sudoeste, y hay tres meses de agua y viento, con breves intervalos de un sol fuerte y reluciente que los niños, llenos de entusiasmo, aprovechan para jugar. El campo se torna de un verde lujuriante. Las lindes se van desdibujando a medida que los setos de tapioca echan raíces y flores. Las paredes de ladrillo adquieren un color verde musgo. Los pimenteros trepan por los postes de la electricidad. Por los taludes de laterita asoman enredaderas silvestres que se extienden y atraviesan los caminos inundados. Navegan barcas por los bazares. Y aparecen pececillos en el agua que llena los baches de las carreteras.
Llovía el día en que Rahel regresó a Ayemenem. Hilos de plata inclinados se incrustaban en la blanda tierra y la levantaban como si fueran balas de fusil. En la colina, la vieja casa lucía su pronunciado tejado a dos aguas como un sombrero calado hasta las orejas. Las paredes, veteadas de musgo, ofrecían un aspecto mullido e incluso algo pandeado por la humedad que se filtraba del suelo. El jardín, abandonado y cubierto de maleza, estaba plagado de correteos y susurros de seres diminutos. Entre los hierbajos, una culebra se restregaba contra una piedra reluciente. Ranas de color amarillo recorrían esperanzadas el estanque, lleno de verdín, en busca de pareja. Una empapada mangosta cruzó como un rayo el camino de entrada, cubierto de hojas.
La casa parecía deshabitada. Puertas y ventanas estaban cerradas a cal y canto. La galería delantera se hallaba vacía. Sin muebles. Pero fuera continuaba aparcado el Plymouth azul cielo, de alerones cromados, y, dentro, Bebé Kochamma seguía viva.
ERa la tía abuela más joven de Rahel (...) Rahel había ido a ver a su hermano Estha. Eran gemelos bivitelinos (...)
En aquellos primeros años amorfos en los que la memoria apenas se había iniciado, en los que la vida estaba llena de Comienzos y no tenía Finales, y Todo era Para Siempre, Esthappen y Rahel pensaban en si mismos, juntos, como Yo, y por separado, individualmente, como Nosotros. Como si fuera una extraña raza de gemelos siameses, separados físicamente pero con identidades conjuntas. (...)
Y eso no son más que las pequeñas cosas.
En cualquier caso, ahora piensa en Estha y en ella como ésos, porque, al haberse separado, ninguno de los dos es ya lo que fueron o un día pensaron que serían.
Y nunca lo serán."
Arundhati Roy, El dios de las pequeñas cosas, 1997
...
"Esta es la historia de tres generaciones de una familia de la región de Kerala, en el sur de la India, que se desperdiga por el mundo y se reencuentra en su tierra natal. Una historia que es muchas historias. (...) Esta apasionante saga familiar es un gozoso festín literario en el que se entremezclan el amor y la muerte, las pasiones que rompen tabúes y los deseos inalcanzables, la lucha por la justicia y el dolor causado por la pérdida de la inocencia, el peso del pasado y las aristas del presente. Arundhati Roy ha sido comparada por esta novela prodigiosa con Gabriel García Márquez y Con Salman Rushdie por sus destellos de realismo mágico y su exquisito pulso narrativo."
Con El dios de las pequeñas cosas Arundhati Roy, arquitecta y guionista de series televisivas y películas, ganó el Premio Booker de 1997.
Arundhati Roy, El dios de las pequeñas cosas, traducción Cecilia Ceriani y Txaro Santoro, Barcelona, Anagrama, 2001. ISBN 9-7888433-966711
martes, 12 de octubre de 2010
ANDRÉE CHEDID
" La Llamada
Oculta en la espesura del tiempo, perdida en la oquedad de los milenios, suspendida a veces de las ramas de un árbol, voy y vengo, y llamo. Trato de hacerme oir, de aproximarme.
¿Quién ha de oírme? ¿A qué he de acercarme? Me arrastra un deseo, un grito me lanza fuera de mí misma, al encuentro de las edades. Trato de encontrar, de encontrarte, allí, tan lejos, a millones de años. A ti, mi niña de otro tiempo.
Cuando miro el horizonte, todo se empaña, fuera y dentro. Existo a la vez en límites estrictos y en lo fláccido, lo pastoso. Floto y me agito en una extraña fungosidad. Intento con todas mis fuerzas horadar este vapor, esta esponja, deslizarme a través de las mallas inertes y blandas. Luego, extenuada, abandono. Me acuesto boca abajo. Me tiendo, renuncio.
Pero siempre vuelve, de nuevo se apodera de mí la nostalgia de este grito, de su espera nebulosa y apremiante. ¿Acaso no soy nada sin él? ¿No dejo de ser yo misma sin esta llamada?
No sé de dónde procede, de dónde asciende. ¡Pero surgirá una y otra vez! Brotará, se alzará en mí. Volverá a ponerme de pie, y yo me aferraré a ella.
Retendré ese deseo surgido del fondo de mi carne. Lo abrazaré hasta su cumplimiento.
" El crimen
Lucy ha ascendido tres millones de años para alcanzarme. Y para asediarme.
Con estos medios lamentables trata de obtener acceso a nuestro tiempo. Exige su lugar como antecesora en el umbral de este segundo milenio que nos obsesiona. Este año 2000 cuya medida infinitesimal y formalista nos debería parecer, en realidad, irrisoria y tendría que provocar más bien comentarios jocosos.
Pero así estamos hechos, y todo lo que nos concierne adquiere una importancia superior.
En nosotros, Lucy habrá descubierto una larga escucha, una inmensa espera. Lucy se introduce en nuestras existencias a través de mil puertas abiertas de par en par. No careciendo de ese orgullo que - ya lo he dicho- caracteriza a nuestra raza aún supuesta, asumo la tarea de desembarazarnos de esta criatura disparatada. Esta criatura híbrida que, de nacimientos en nacimientos, nos arrastrará a nuestro singular y desastroso destino. En este día (¿habrá quedado marcado al fuego mi despertar por una noche de pesadilla?), percibo de él, sobre todo, el espanto, las angustias, la atrocidad.
En este amanecer soy sólo aversión, repulsión, rechazo.
Destruiré a Lucy antes de que ella nos destruya. " (...)
Oculta en la espesura del tiempo, perdida en la oquedad de los milenios, suspendida a veces de las ramas de un árbol, voy y vengo, y llamo. Trato de hacerme oir, de aproximarme.
¿Quién ha de oírme? ¿A qué he de acercarme? Me arrastra un deseo, un grito me lanza fuera de mí misma, al encuentro de las edades. Trato de encontrar, de encontrarte, allí, tan lejos, a millones de años. A ti, mi niña de otro tiempo.
Cuando miro el horizonte, todo se empaña, fuera y dentro. Existo a la vez en límites estrictos y en lo fláccido, lo pastoso. Floto y me agito en una extraña fungosidad. Intento con todas mis fuerzas horadar este vapor, esta esponja, deslizarme a través de las mallas inertes y blandas. Luego, extenuada, abandono. Me acuesto boca abajo. Me tiendo, renuncio.
Pero siempre vuelve, de nuevo se apodera de mí la nostalgia de este grito, de su espera nebulosa y apremiante. ¿Acaso no soy nada sin él? ¿No dejo de ser yo misma sin esta llamada?
No sé de dónde procede, de dónde asciende. ¡Pero surgirá una y otra vez! Brotará, se alzará en mí. Volverá a ponerme de pie, y yo me aferraré a ella.
Retendré ese deseo surgido del fondo de mi carne. Lo abrazaré hasta su cumplimiento.
***
Más tarde, mucho más tarde, mis discordancias concordarán, mis disonancias entrarán en armonía, mis chillidos se articularán, mis gritos se convertirán en palabras. Más tarde, mucho más tarde, nuestros caminos se harán eco.
Los ligamentos de mis rodillas se tensarán, las palmas de mis manos se apartarán del suelo, mi espina dorsal se estirará. La caja de mis vértebras se levantará, arrastrando a los riñones, las caderas.
Por fin, de pie. Por primera vez: de pie, iniciaré mi larga marcha... La que anuncia a todos los hombres.
A todos los hombres, he dicho, ¡a todos! Los de aquí, los de otros lugares, los de todos los mañanas. Los que esperan que yo llegue a ser para poder ser de ellos. Los que para existir esperan que yo exista.
A mí, tan lejana, tan incompleta, me ha sido dada la posibilidad de abrir una brecha, de trazar hacia vosotros un camino que me supera.
Penetrada de un fulgor secreto, animada por pulsiones, por impulsos que se desplazan de mi sangre a mi cabeza y a mis miembros en turbios remolinos fulgurantes, poseo el don de ser el comienzo, el fundamento de vuestra humanidad." (...)
***
" El crimen
Lucy ha ascendido tres millones de años para alcanzarme. Y para asediarme.
Con estos medios lamentables trata de obtener acceso a nuestro tiempo. Exige su lugar como antecesora en el umbral de este segundo milenio que nos obsesiona. Este año 2000 cuya medida infinitesimal y formalista nos debería parecer, en realidad, irrisoria y tendría que provocar más bien comentarios jocosos.
Pero así estamos hechos, y todo lo que nos concierne adquiere una importancia superior.
En nosotros, Lucy habrá descubierto una larga escucha, una inmensa espera. Lucy se introduce en nuestras existencias a través de mil puertas abiertas de par en par. No careciendo de ese orgullo que - ya lo he dicho- caracteriza a nuestra raza aún supuesta, asumo la tarea de desembarazarnos de esta criatura disparatada. Esta criatura híbrida que, de nacimientos en nacimientos, nos arrastrará a nuestro singular y desastroso destino. En este día (¿habrá quedado marcado al fuego mi despertar por una noche de pesadilla?), percibo de él, sobre todo, el espanto, las angustias, la atrocidad.
En este amanecer soy sólo aversión, repulsión, rechazo.
Destruiré a Lucy antes de que ella nos destruya. " (...)
***
"El deseo
El termino de esta larga marcha, la encuentro, escondida a media altura de su acacia; en el lugar donde las ramas son más robustas.
El grupo da vueltas al árbol varias veces, y luego, renunciando a esperarla, se aleja.
La impasibilidad de Lucy los desalienta y los empuja hacia otros caminos más animados. Abandonan a su suerte a esta extraña y disparatada criatura que con demasiada frecuencia se complace en alejarse del grupo, en adoptar extrañas posiciones.
Así se condena a largos períodos de soledad y exilio. Pero, probablemente, los busca.
Acurrucada en el entramado de las ramas en plena foliación, la reconozco. Es ella, Lucy; no cabe duda.
Me resulta familiar su insumisión; incluso esta forma de distanciarse de la acción que se está desarrollando para dar paso a algo más íntimo, más secreto." (...)
Andrée Chedid, Lucy. La mujer vertical, Barcelona, Seix Barral, 1999. ISBN 9-788432-219320
...
"En esta novela, Lucy, la primera mujer del mundo, habla. Cruza el tiempo desde el día de su aparición sobre la tierra. Sobrevuela millones de años, las estaciones de una vida, los siglos venideros, y da voz a la primera madre de la Humanidad. A veces encogida por la emoción y otras, por el panico."
Editorial, Lucy, La mujer vertical.
miércoles, 6 de octubre de 2010
DAVA SOBEL
" Dava Sobel narra la historia del científico y relojero escocés John Harrison, un genio solitario cuyos logros fueron rechazado por la élite científica de su tiempo, pero que consiguió resolver un problema aparentemente imposible: descubrir un método que permitiera a los marineros determinar la longitud exacta de su posición en el mar. No se trataba de ninguna curiosidad excéntrica: antes de descubrir la longitud, los barcos solían desviarse tanto de su rumbo que los marineros morían de inanición o de escorbuto antes de haber alcanzado ningún puerto. La intensa búsqueda de una solución al problema de la longitud duró cuatro siglos en todo el continente europeo. El relojero Harrison, genio de la mecánica y pionero de la ciencia de la medición exacta del tiempo con aparatos portátiles, dedicó su vida a esta investigación. Inventó lo que Newton temía que fuera imposible: inventó un reloj que, cual llama eterna, llevaba la hora exacta desde el puerto de origen hasta cualquier rincón remoto del planeta."
Editor, sobre Longitud, 1995
"Sólo alguien con el backround de Dava Sobel tanto en psicología como en astronomía [ejerce su profesión como periodista científica en las páginas de ciencia de The New York] podía haber escrito un libro así. Longitud es una historia maravillosa, maravillosamente narrada."
Diane Ackerman
...
"Cuando John Harrison llegó a Londres, en el verano de 1730, no encontró al Consejo de Longitud por ninguna parte. Aunque aquel insigne organismo existía desde hacía más de quince años, no tenía sede oficial. Aún más sus miembros nunca se habían reunido.
Tan carente de interés y tan mediocres eran los proyectos que ser remitían al Consejo que sus miembros se limitaban a enviar cartas de rechazo a los inventores. Ni una sola de las soluciones propuestas había parecido suficientemente prometedora como para que cinco miembros - el mínimo requerido por el Decreto de la Longitud para que hubiera quorum - se hubiesen molestado en reunirse con el fin de discutir seriamente los méritos de un método en concreto.
Si embargo, Harrison conocía la identidad de uno de los integrantes más famosos del Consejo de la Longitud - el gran Edmond Halley -, por lo que se encaminó al Real Observatorio de Greenwich decidido a verle. (...) Apreciado por la mayoría, amable con sus subordinados, Halley dirigía el observatorio con sentido del humor. Contribuyó indeciblemente al lustre de la institución con sus observaciones de la Luna y el descubrimiento del movimiento exacto de las estrellas, incluso si es cierto lo que se cuenta sobre la noche en que Pedro el Grande y él se divirtieron como dos colegiales montados en una carretilla que empujaban por turnos entre los setos. Halley recibió cortésmente a Harrison (...)."
Dava Sobel, Longitud, Barcelona, Anagrama, 2006. ISBN 9-788433-972699
Editor, sobre Longitud, 1995
"Sólo alguien con el backround de Dava Sobel tanto en psicología como en astronomía [ejerce su profesión como periodista científica en las páginas de ciencia de The New York] podía haber escrito un libro así. Longitud es una historia maravillosa, maravillosamente narrada."
Diane Ackerman
...
"Cuando John Harrison llegó a Londres, en el verano de 1730, no encontró al Consejo de Longitud por ninguna parte. Aunque aquel insigne organismo existía desde hacía más de quince años, no tenía sede oficial. Aún más sus miembros nunca se habían reunido.
Tan carente de interés y tan mediocres eran los proyectos que ser remitían al Consejo que sus miembros se limitaban a enviar cartas de rechazo a los inventores. Ni una sola de las soluciones propuestas había parecido suficientemente prometedora como para que cinco miembros - el mínimo requerido por el Decreto de la Longitud para que hubiera quorum - se hubiesen molestado en reunirse con el fin de discutir seriamente los méritos de un método en concreto.
Si embargo, Harrison conocía la identidad de uno de los integrantes más famosos del Consejo de la Longitud - el gran Edmond Halley -, por lo que se encaminó al Real Observatorio de Greenwich decidido a verle. (...) Apreciado por la mayoría, amable con sus subordinados, Halley dirigía el observatorio con sentido del humor. Contribuyó indeciblemente al lustre de la institución con sus observaciones de la Luna y el descubrimiento del movimiento exacto de las estrellas, incluso si es cierto lo que se cuenta sobre la noche en que Pedro el Grande y él se divirtieron como dos colegiales montados en una carretilla que empujaban por turnos entre los setos. Halley recibió cortésmente a Harrison (...)."
Dava Sobel, Longitud, Barcelona, Anagrama, 2006. ISBN 9-788433-972699
martes, 5 de octubre de 2010
MARGUERITE YOURCENAR
"¿Qué pensamientos ocupan la mente de esta mujer de noventa y cuatro años que no sabe - no más que yo por aquel entonces - que le quedan cuatro meses de vida? Con el mismo gesto con que sus abuelos depositaban sus mortajas junto a la canastilla del niño en el momento del parto, ha deslizado en un cajón los textos que habrá que leer en un último homenaje en Union Church, en el centro de la ciudad. (...) El invierno pasado fue duro, enclaustrada aquí [ en la isla Mount Desert ] por la convalecencia... El que se anuncia estará - así lo ha decidido - consagrado a los viajes. (...) ¿Terminará ¿Qué? La eternidad, el más agotador de sus libros, pues se había impuesto abordar por fin ese yo que ella fue? Es tan difícil delimitar lo que fuimos y la sustancia de que está hecha finalmente el alma... ¿Qué decir, por lo demás, de ese sí misma que escapaba de lo anecdótico para alcanzar lo impalpable?(...) No se pregunta si ha sido feliz. Ha dicho ya muchas veces que la felicidad es un subproducto que vuelve desabrida la existencia y obstruye los sentidos. Un prisma deformante que hace que el cielo sea más azul de lo que es y los seres mejores o más conscientes de lo que pueden ser. ¿Habrá escrito algún libro abrumada por la felicidad? ¡No! Ella lo que quiere es saber si su vida ha sido útil. "
Michèle Goslar, Marguerite Yourcenar. Qué aburrido hubiera sido ser feliz, Barcelona, Paidós, 1998. ISBN 84-493-1307-4
....
"Cuando yo muera, sé que mi sombra de anciana (si muero a una edad avanzada) irá simplemente a reunirse con mi sombra de niña, con mi sombra de adolescente, pronto con mi sombra de mujer joven, quienes ya me aguardan al otro lado del tiempo. Pero no me iré sola. Nos llevamos con nosotros toda una serie de fantasmas: todos aquellos a quienes amamos y que tal vez nos amaron. Muertos, una parte de nosotros sobrevive allá arriba, en unos cuantos corazones que aún laten al oír nuestro nombre: aunque vivos, nuestra vida se ha enfriado ya junto con las manos que no volverán a acariciarnos, se ha disuelto con los ojos que se cerraron sobre nuestra imagen. "
Marguerite Yourcenar, Serie de estampas para Ku-Ku-Hai, 1927
* en Marguerite Yourcenar, Peregrina y extranjera, traducción Emma Calatayud, Madrid, Alfaguara, 2002. ISBN 84-204-2611-3
"Mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo, descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos, donde habrás de renunciar a los juegos de antaño. Todavía un instante miremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver...Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos ...
Cuando considero mi vida, me espanta encontrarla informe. (...) Como suele suceder, lo que no fuí es quizá lo que más ajustadamente la define: buen soldado pero en modo alguno hombre de guerra; aficionado al arte, pero no ese artista que Nerón creyó ser al morir; capaz de cometer crímenes pero no abrumado por ellos. Pienso a veces que los grandes hombres se caracterizan precisamente por su posición extrema; su heroísmo está en mantenerse en ella toda la vida. Son nuestros polo o nuestros antípodas. Yo ocupé sucesivamente todas las posiciones extremas, pero no me mantuve en ellas; la vida me hizo resbalar siempre. Y sin embargo no puedo jactarme, como un agricultor o un mozo de cordel virtuosos, de una existencia situada en el justo medio. (...)
Pero el mayor rigor lo apliqué a la libertad de aquiescencia, la más ardua de todas. Asumí mi estado y mi condición (...) Si alguna vez me toca sufrir la tortura - y sin duda la enfermedad se encargará de someterme a ella -, no estoy seguro de conservar mucho tiempo la impasibilidad de un Trasea, pero al menos me quedará el recurso de resignarme a mis gritos. Y en esta forma, con una mezcla de reserva y audacia, de sometimiento y rebelión cuidadosamente concertados, de exigencia extrema y prudentes concesiones, he llegado finalmente a aceptarme a mí mismo. (...)
Cada hombre está eternamente obligado, en el curso de su breve vida, a elegir entre la esperanza infatigable y la prudente falta de esperanza, entre las delicias del caos y las de la estabilidad, entre el Titán y el Olímpico. A elegir entre ellas, o a acordarlas alguna vez entre sí."
Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano, 1951
* Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano, traducción Julio Cortázar, México, Editorial Hermes, 1981. ISBN 968-446-016-3
"El tiempo, entonces, dejó de existir. Era como si hubieran borrado las cifras en la esfera del reloj, y la misma esfera palideciese como la luna en el cielo cuando es de día. Sin reloj de pared (el que había en la casita ya no funcionaba), ni reloj de bolsillo (nunca lo tuvo), sin el calendario de los pastores colgado de la pared, el tiempo pasaba tan rápido como el rayo, o bien duraba eternamente. Salía el sol, luego se ocultaba en un lugar apenas distinto del día anterior, un poco más pronto cada tarde, un poco más tarde cada mañana. El alba y el crepúsculo eran los único acontecimientos importantes. Algo fluía entre ambos, que no era el tiempo, sino la vida. "
Marguerite Yourcenar, Un hombre oscuro, 1981
*en Marguerite Yourcenar, Como el agua que fluye, traducción Emma Calatayud, Madrid, Ediciones, Alfaguara, 1985. ISBN 84-204- 2220-7
Michèle Goslar, Marguerite Yourcenar. Qué aburrido hubiera sido ser feliz, Barcelona, Paidós, 1998. ISBN 84-493-1307-4
....
"Cuando yo muera, sé que mi sombra de anciana (si muero a una edad avanzada) irá simplemente a reunirse con mi sombra de niña, con mi sombra de adolescente, pronto con mi sombra de mujer joven, quienes ya me aguardan al otro lado del tiempo. Pero no me iré sola. Nos llevamos con nosotros toda una serie de fantasmas: todos aquellos a quienes amamos y que tal vez nos amaron. Muertos, una parte de nosotros sobrevive allá arriba, en unos cuantos corazones que aún laten al oír nuestro nombre: aunque vivos, nuestra vida se ha enfriado ya junto con las manos que no volverán a acariciarnos, se ha disuelto con los ojos que se cerraron sobre nuestra imagen. "
Marguerite Yourcenar, Serie de estampas para Ku-Ku-Hai, 1927
* en Marguerite Yourcenar, Peregrina y extranjera, traducción Emma Calatayud, Madrid, Alfaguara, 2002. ISBN 84-204-2611-3
"Mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo, descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos, donde habrás de renunciar a los juegos de antaño. Todavía un instante miremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver...Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos ...
Budapest © Johanna Lozoya |
Pero el mayor rigor lo apliqué a la libertad de aquiescencia, la más ardua de todas. Asumí mi estado y mi condición (...) Si alguna vez me toca sufrir la tortura - y sin duda la enfermedad se encargará de someterme a ella -, no estoy seguro de conservar mucho tiempo la impasibilidad de un Trasea, pero al menos me quedará el recurso de resignarme a mis gritos. Y en esta forma, con una mezcla de reserva y audacia, de sometimiento y rebelión cuidadosamente concertados, de exigencia extrema y prudentes concesiones, he llegado finalmente a aceptarme a mí mismo. (...)
Cada hombre está eternamente obligado, en el curso de su breve vida, a elegir entre la esperanza infatigable y la prudente falta de esperanza, entre las delicias del caos y las de la estabilidad, entre el Titán y el Olímpico. A elegir entre ellas, o a acordarlas alguna vez entre sí."
Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano, 1951
* Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano, traducción Julio Cortázar, México, Editorial Hermes, 1981. ISBN 968-446-016-3
"El tiempo, entonces, dejó de existir. Era como si hubieran borrado las cifras en la esfera del reloj, y la misma esfera palideciese como la luna en el cielo cuando es de día. Sin reloj de pared (el que había en la casita ya no funcionaba), ni reloj de bolsillo (nunca lo tuvo), sin el calendario de los pastores colgado de la pared, el tiempo pasaba tan rápido como el rayo, o bien duraba eternamente. Salía el sol, luego se ocultaba en un lugar apenas distinto del día anterior, un poco más pronto cada tarde, un poco más tarde cada mañana. El alba y el crepúsculo eran los único acontecimientos importantes. Algo fluía entre ambos, que no era el tiempo, sino la vida. "
Marguerite Yourcenar, Un hombre oscuro, 1981
*en Marguerite Yourcenar, Como el agua que fluye, traducción Emma Calatayud, Madrid, Ediciones, Alfaguara, 1985. ISBN 84-204- 2220-7
viernes, 1 de octubre de 2010
TONI MORRISON
"Toni Morrison es una de las grandes figuras de la literatura contemporánea actual. Mujer comprometida desde siempre con la lucha en contra de la discriminación racial, ha ido alternando su trabajo como profesora de humanidades en la Universidad de Princeton con la actividad literaria.
Suyos son los mayores galardones, desde el Pulitzer hasta el Premio Nobel, que la academia sueca le otorgó en 1993. Entre sus obras más conocidas destacan Jazz, Beloved y La canción de Salomón. Una bendición (2008) es su novela más reciente."
" Corren los últimos años del siglo XVIII; la espesura de los bosques que pueblan América aún gobierna el espíritu de los hombres y todo, o casi, puede comprarse y venderse; el mundo entero parece a punto de ser inventado por la mano del colono blanco, que se mueve entre los prejuicios y el afán de conseguir bienes materiales, pero ahora en la granja solo han quedado mujeres, y Rebekka, la dueña del lugar, está enferma. Florens camina, corre en busca del hombre libre para devolverlo a la granja, para que sus manos curen los males del ama y acaricien otra vez su cuerpo de mujer joven que despierta a la vida. Así, ese viaje se convierte en un canto de amor, de rabia y de nostalgia, donde la llaga de la esclavitud se mezcla con el deseo de posesión y toma matices insólitos, extrañamente actuales."
Editor, Lumen narrativa
....
" En el comienzo están los zapatos. De niña no soporto ir descalza y siempre pido por favor unos zapatos, no importa de quién sean, incluso en los días más calurosos. Mi madre, a minha mae, frunce el ceño, le enoja lo que considera mi tendencia a emperifollarme. Solo las malas mujeres usan zapatos de tacón alto. Me dice que soy peligrosa y alocada, pero cede y permite que me calce los zapatos desechados en la casa de la senhora, puntiagudos, con un tacón roto y el otro desgastado y una hebilla en el empeine. El resultado, según Lina, es que mis pies son inútiles, siempre serán demasiado delicados para la vida y jamás tendrán las fuerte plantas, más duras que el cuero, que la vida requiere. Lina tiene razón. Florens, me dice, estamos en 1690. ¿Quién más en estos tiempos tiene las manos de esclava y los pies de dama portuguesa? Así pues, cuando parto en tu busca, ella y la señora me dan las botas del señor, apropiadas para un hombre pero no para una chica. Las rellenas de heno y cascabillo grasiento y me dicen que esconda la carta dentro de la media, aunque me pique el lacre. Sé leer, pero no leo lo que la señora escribe y lo que Lina y Dolor no pueden leer. Sin embargo, sé lo que he de decir a cualquiera que me detenga."
Toni Morrison, Una bendición, traducción Jordi Fiblia, Barcelona, Editorial Lumen, 2009. ISBN 978-84-264-1714-5
Suyos son los mayores galardones, desde el Pulitzer hasta el Premio Nobel, que la academia sueca le otorgó en 1993. Entre sus obras más conocidas destacan Jazz, Beloved y La canción de Salomón. Una bendición (2008) es su novela más reciente."
" Corren los últimos años del siglo XVIII; la espesura de los bosques que pueblan América aún gobierna el espíritu de los hombres y todo, o casi, puede comprarse y venderse; el mundo entero parece a punto de ser inventado por la mano del colono blanco, que se mueve entre los prejuicios y el afán de conseguir bienes materiales, pero ahora en la granja solo han quedado mujeres, y Rebekka, la dueña del lugar, está enferma. Florens camina, corre en busca del hombre libre para devolverlo a la granja, para que sus manos curen los males del ama y acaricien otra vez su cuerpo de mujer joven que despierta a la vida. Así, ese viaje se convierte en un canto de amor, de rabia y de nostalgia, donde la llaga de la esclavitud se mezcla con el deseo de posesión y toma matices insólitos, extrañamente actuales."
Editor, Lumen narrativa
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" En el comienzo están los zapatos. De niña no soporto ir descalza y siempre pido por favor unos zapatos, no importa de quién sean, incluso en los días más calurosos. Mi madre, a minha mae, frunce el ceño, le enoja lo que considera mi tendencia a emperifollarme. Solo las malas mujeres usan zapatos de tacón alto. Me dice que soy peligrosa y alocada, pero cede y permite que me calce los zapatos desechados en la casa de la senhora, puntiagudos, con un tacón roto y el otro desgastado y una hebilla en el empeine. El resultado, según Lina, es que mis pies son inútiles, siempre serán demasiado delicados para la vida y jamás tendrán las fuerte plantas, más duras que el cuero, que la vida requiere. Lina tiene razón. Florens, me dice, estamos en 1690. ¿Quién más en estos tiempos tiene las manos de esclava y los pies de dama portuguesa? Así pues, cuando parto en tu busca, ella y la señora me dan las botas del señor, apropiadas para un hombre pero no para una chica. Las rellenas de heno y cascabillo grasiento y me dicen que esconda la carta dentro de la media, aunque me pique el lacre. Sé leer, pero no leo lo que la señora escribe y lo que Lina y Dolor no pueden leer. Sin embargo, sé lo que he de decir a cualquiera que me detenga."
Toni Morrison, Una bendición, traducción Jordi Fiblia, Barcelona, Editorial Lumen, 2009. ISBN 978-84-264-1714-5
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