Oculta en la espesura del tiempo, perdida en la oquedad de los milenios, suspendida a veces de las ramas de un árbol, voy y vengo, y llamo. Trato de hacerme oir, de aproximarme.
¿Quién ha de oírme? ¿A qué he de acercarme? Me arrastra un deseo, un grito me lanza fuera de mí misma, al encuentro de las edades. Trato de encontrar, de encontrarte, allí, tan lejos, a millones de años. A ti, mi niña de otro tiempo.
Cuando miro el horizonte, todo se empaña, fuera y dentro. Existo a la vez en límites estrictos y en lo fláccido, lo pastoso. Floto y me agito en una extraña fungosidad. Intento con todas mis fuerzas horadar este vapor, esta esponja, deslizarme a través de las mallas inertes y blandas. Luego, extenuada, abandono. Me acuesto boca abajo. Me tiendo, renuncio.
Pero siempre vuelve, de nuevo se apodera de mí la nostalgia de este grito, de su espera nebulosa y apremiante. ¿Acaso no soy nada sin él? ¿No dejo de ser yo misma sin esta llamada?
No sé de dónde procede, de dónde asciende. ¡Pero surgirá una y otra vez! Brotará, se alzará en mí. Volverá a ponerme de pie, y yo me aferraré a ella.
Retendré ese deseo surgido del fondo de mi carne. Lo abrazaré hasta su cumplimiento.
***
Más tarde, mucho más tarde, mis discordancias concordarán, mis disonancias entrarán en armonía, mis chillidos se articularán, mis gritos se convertirán en palabras. Más tarde, mucho más tarde, nuestros caminos se harán eco.
Los ligamentos de mis rodillas se tensarán, las palmas de mis manos se apartarán del suelo, mi espina dorsal se estirará. La caja de mis vértebras se levantará, arrastrando a los riñones, las caderas.
Por fin, de pie. Por primera vez: de pie, iniciaré mi larga marcha... La que anuncia a todos los hombres.
A todos los hombres, he dicho, ¡a todos! Los de aquí, los de otros lugares, los de todos los mañanas. Los que esperan que yo llegue a ser para poder ser de ellos. Los que para existir esperan que yo exista.
A mí, tan lejana, tan incompleta, me ha sido dada la posibilidad de abrir una brecha, de trazar hacia vosotros un camino que me supera.
Penetrada de un fulgor secreto, animada por pulsiones, por impulsos que se desplazan de mi sangre a mi cabeza y a mis miembros en turbios remolinos fulgurantes, poseo el don de ser el comienzo, el fundamento de vuestra humanidad." (...)
***
" El crimen
Lucy ha ascendido tres millones de años para alcanzarme. Y para asediarme.
Con estos medios lamentables trata de obtener acceso a nuestro tiempo. Exige su lugar como antecesora en el umbral de este segundo milenio que nos obsesiona. Este año 2000 cuya medida infinitesimal y formalista nos debería parecer, en realidad, irrisoria y tendría que provocar más bien comentarios jocosos.
Pero así estamos hechos, y todo lo que nos concierne adquiere una importancia superior.
En nosotros, Lucy habrá descubierto una larga escucha, una inmensa espera. Lucy se introduce en nuestras existencias a través de mil puertas abiertas de par en par. No careciendo de ese orgullo que - ya lo he dicho- caracteriza a nuestra raza aún supuesta, asumo la tarea de desembarazarnos de esta criatura disparatada. Esta criatura híbrida que, de nacimientos en nacimientos, nos arrastrará a nuestro singular y desastroso destino. En este día (¿habrá quedado marcado al fuego mi despertar por una noche de pesadilla?), percibo de él, sobre todo, el espanto, las angustias, la atrocidad.
En este amanecer soy sólo aversión, repulsión, rechazo.
Destruiré a Lucy antes de que ella nos destruya. " (...)
***
"El deseo
El termino de esta larga marcha, la encuentro, escondida a media altura de su acacia; en el lugar donde las ramas son más robustas.
El grupo da vueltas al árbol varias veces, y luego, renunciando a esperarla, se aleja.
La impasibilidad de Lucy los desalienta y los empuja hacia otros caminos más animados. Abandonan a su suerte a esta extraña y disparatada criatura que con demasiada frecuencia se complace en alejarse del grupo, en adoptar extrañas posiciones.
Así se condena a largos períodos de soledad y exilio. Pero, probablemente, los busca.
Acurrucada en el entramado de las ramas en plena foliación, la reconozco. Es ella, Lucy; no cabe duda.
Me resulta familiar su insumisión; incluso esta forma de distanciarse de la acción que se está desarrollando para dar paso a algo más íntimo, más secreto." (...)
Andrée Chedid, Lucy. La mujer vertical, Barcelona, Seix Barral, 1999. ISBN 9-788432-219320
...
"En esta novela, Lucy, la primera mujer del mundo, habla. Cruza el tiempo desde el día de su aparición sobre la tierra. Sobrevuela millones de años, las estaciones de una vida, los siglos venideros, y da voz a la primera madre de la Humanidad. A veces encogida por la emoción y otras, por el panico."
Editorial, Lucy, La mujer vertical.
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